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domingo, 7 de julio de 2013

El Padre de Jesús

El Espíritu Santo no sólo es Dios es también el Padre del Señor Jesucristo. Antes que digas: «Ahora Aguántate ahí, Benedictus» déjame señalarte la palabra. Tu dices: «yo pensaba que Dios el Padre era el Padre de Jesús», Bueno, tienes razón, pero estás también equivocado. Déjame mostrarte por qué. En el primer capítulo de los evangelios se nos dice que el Espíritu Santo es el Padre de Jesús:
«Mat 1:18  El nacimiento de Jesucristo fue así:  Estando desposada María su madre con José,  antes que se juntasen,  se halló que había concebido del Espíritu Santo.» (Mateo 1:18)
Aún María estaba preocupada, ella le dijo al ángel:
«Entonces María dijo al ángel:  ¿Cómo será esto?  pues no conozco varón.
Respondiendo el ángel,  le dijo:  El Espíritu Santo vendrá sobre ti,  y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;  por lo cual también el Santo Ser que nacerá,  será llamado Hijo de Dios.» (Lucas 1:34-35)
Ahí lo tienes. Él se llama Hijo de Dios, pero fue el Espíritu Santo quién vino sobre la madre de Cristo. Eso es la intimidad de la Trinidad –Hijo de Dios el Padre e Hijo de Dios el Espíritu Santo.
Aún los atributos de Jesús le fue dado por el Espíritu, Hablando del Cristo que vendría, Isaías escribió (como si el hijo se pareciera a su papá):
«Saldrá una vara del tronco de Isaí,  y un vástago retoñará de sus raíces.
Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová;  espíritu de sabiduría y de inteligencia,  espíritu de consejo y de poder,  espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.» (Isaías 11:1-2)
¿Quién es el Padre?
Jesucristo hombre fue engendrado del Espíritu. Y tal como los padres terrenales aman a su pequeño bebé, así el Espíritu Santo amaba al Señor. ¿Has visto tú a un padre orgulloso tomar en sus brazos a su hijo recién nacido apretarlo y amarlo? Yo creo que nosotros olvidamos que el Espíritu Santo tiene emociones también. El ama lo que ha creado; es por eso que desea poner sus brazos alrededor de él.
¿Puedes ver a Dios el Padre en el cielo diciéndole al Espíritu Santo: «toma a mi Hijo y hazlo carne»? Fue el milagro de milagros. El Espíritu Santo tomó esa semilla divina y la puso dentro del cuerpo de María. Pero no fue también el padre del Señor, fue también el que lo ungió.
Imagínate a Dios el Padre en el cielo sentado en su trono y a Jesús en la tierra sanando los enfermos y haciendo milagros. ¿Y qué del Espíritu Santo? Él es el canal, el contacto entre ambas personalidades. Voy a ilustrarlo así:
El Padre toma el teléfono (como si necesitase uno) y dice: «¿Espíritu Santo?»,
-sí Señor-dice el Espíritu Santo al contestar el teléfono.
Dios dice: «quiero que guíes a Jesús al desierto porque voy a enviar al diablo para que lo tiente»
El Espíritu Santo dice: «sí, Señor», y corre a Cristo. Jesús, ven conmigo –le dice.
¿Ves cómo el Espíritu Santo viene a ser como el contacto entre ambas personalidades?
O imagínate esto: Jesús pasa por el lado de un hombre que está muy enfermo. De nuevo, el Padre levanta el teléfono y dice: «Espíritu Santo, ¡Detén a Jesús! Dile que se pare ahí mismo donde está».
El Espíritu dice: «Bien, Jesús, párate». Levanta el teléfono y dice: «Padre, ¿qué debe hacer Él?».
«Dile que sane a ese hombre» –dice la voz de Dios.
Jesús inmediatamente pone sus manos sobre el hombre, el poder del Espíritu fluye a través de Él, y el hombre milagrosamente se levanta.
Aquí está lo vital para que recuerdes –y cuando comprendas esto, se quitará el velo de tus ojos concerniente a la función del Espíritu Santo. Durante su estancia en la tierra, Jesús escogió ser no menos que un hombre en su totalidad. Su conocimiento revelado no operaba sin la voz del Espíritu. Y El no se movía a menos que el Espíritu Santo se moviera con él.
¿Te has preguntado alguna vez por qué cuando Jesús pasaba, algunos no se sanaban? ¿por qué Él no oró por ellos? ¿Por qué Él no los alcanzó y los tocó? Es porque el Padre no le ordenó al Espíritu Santo que guiara a Jesús a hacerlo. Cristo dijo:
«que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago» (Juan 14:31)
Jesús dependía del Espíritu; Él era el cordón umbilical de Cristo el Padre.
¿Era Cristo capaz de pecar?
Aún antes que Cristo se enfrentara al Gólgota, él se ofreció al Padre por medio del Espíritu Santo. Comparando la sangre de Cristo al sacrificio de animales,
«¿cuánto más la sangre de Cristo,  el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,  limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Hebreos 9:14 )
Si él no se hubiera ofrecido a sí mismo mediante el Espíritu Santo, ¿hubiera soportado los sufrimientos de la cruz? Si él no se hubiera presentado a sí mismo mediante el Espíritu Santo, su sangre ¿hubiera permanecido pura e inmaculada?
Y déjame añadir esto: si el Espíritu Santo no hubiera estado con Jesús, ¿hubiera pecado? Es posible que hubiera podido pecar. Fue el Espíritu Santo el poder que lo guardó puro. Él no sólo fue enviado del cielo, sino que fue llamado Hijo del Hombre –y como tal ¿No podía él pecar? El hecho de que no lo hiciera no quiere decir que no existiera la posibilidad.
Si tu crees que Jesús no era capaz de pecar, entonces ¿por qué Satanás perdió su tiempo tentándole? El diablo sabía lo que estaba haciendo. Sin el Espíritu Santo Jesús jamás hubiera logrado completar su obra.
Realmente Jesús se ofreció a sí mismo mediante el Espíritu Santo para permanecer sin pecado. Aún dependió del Espíritu Santo para que lo levantara de las garras de la muerte. ¿Recuerdas las palabras de Pablo?:
«que fue declarado Hijo de Dios con poder,  según el Espíritu de santidad,  por la resurrección de entre los muertos» (Romanos 1:4)
Fue a través del poder del Espíritu que Cristo fue levantado de los muertos. He aquí lo que dice la Escritura:
«Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros,  el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.» (Romanos 8:11)
No sólo el Espíritu levantó a Cristo; ¡Él es quién también te levantará a ti! Podemos poner también nuestra esperanza en Él.
El plan maestro de Dios
Aún después que el cambió el curso de la historia saliendo de la tumba, Cristo continuó dependiendo del Espíritu. En realidad, Él le dijo a sus discípulos:
«Y estando juntos,  les mandó que no se fueran de Jerusalén,  sino que esperasen la promesa del Padre,  la cual,  les dijo,  oísteis de mí.
Porque Juan ciertamente bautizó con agua,  mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.» (Hechos 1:4-5)
Cristo estaba bajo el control de Dios cuando habló estas palabras. Él estaba repitiendo lo que el Padre dijo del Espíritu Santo.
Tan dependiente era Cristo del Espíritu que él se volvió a Él antes de dar direcciones a sus seguidores. La Escritura dice:
«hasta el día en que fue recibido arriba,  después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido»(Hechos 1:2)
¡No me malinterpretes! De ninguna manera estoy diciendo que la posición de Cristo es menos que la del Espíritu Santo, tampoco el Espíritu Santo es menos que Jesús. Hay igualdad absoluta en la Trinidad. Cada miembro tiene un propósito y características únicas.
Lo que yo quiero que tu sepas es que el Espíritu no es débil. No es un inmaduro o incapaz de hablar por sí mismo.
El Espíritu Santo es perfecto, poderoso y glorioso.
El Espíritu Santo merece nuestra adoración. Debemos poner en práctica lo que hemos estado cantando por generaciones: «A Dios el Padre Celestial, al Hijo nuestro Redentor, al eternal Consolador unidos todos, alabad, amén»
¿Cómo lo reconoces? Es tan simple como esa vocecita que oyes cuando estás a punto de quedarte dormido, la voz que te recuerda: «Tú no has orado hoy», o puede que Él diga: «no has leído la palabra hoy». Este es el Espíritu hablando, luchando con tu alma. Ya tú lo conoces, pero desea que lo conozcas más.
El Señor predijo lo que te pasaría cuando hicieras un lugar para el Espíritu. Él dijo,
«El que cree en mí,  como dice la Escritura,  de su interior correrán ríos de agua viva.» (Juan 7:38)
¿y qué era esa unción de la que hablaba él?
«Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él;  pues aún no había venido el Espíritu Santo,  porque Jesús no había sido aún glorificado.» (Juan 7:39)
Dios tiene un plan maestro detallado para tu vida. Su unción y su Espíritu están incluídos en el plan:
«Y el que nos confirma con vosotros en Cristo,  y el que nos ungió,  es Dios, el cual también nos ha sellado,  y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.» (2 Corintios 1:21-22)
¿Has hecho lugar para el Espíritu Santo? Todo lo que él pide es un lugar en tu corazón.

Tomado del libro «buenos días Espíritu Santo» de Benny Hinn.

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