Debe
existir un momento donde la experiencia con el Espíritu Santo sea tan real, tan
profunda, que tus palabras y tus acciones se conforman con sus palabras y sus
acciones.
Cuando tú sabes, por ejemplo, que Él ha sido contristado
puedes hablar valientemente por Él, sabiendo que él está fluyendo a través de
ti en todo momento. Estarás tan cerca de Él que, de veras, lo sentirás
respondiendo a lo que has dicho.
Debe
llegar un momento en nuestra comunión con él, que veamos mucho más que
sanidades y milagros, llegar por ejemplo a ver cómo el Espíritu Santo dispersa
a los que se atreven a pelear contra Él.
Recordemos
el caso de Ananías. El «calló y expiró»:
«Al
oír Ananías estas palabras, cayó y
expiró. Y vino un gran temor sobre todos
los que lo oyeron. (Hechos 5:5)»
No olvidemos a Giezi. Él
mintió a Eliseo acerca de los regalos que Naamán le trajo. Naamán fue sanado, pero el Espíritu Santo guió a Eliseo a decir:
«Por
tanto, la lepra de Naamán se
te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve. (2 Reyes 5:27)»
Jesús hizo una declaración bien poderosa
cuando dijo:
«Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.
Y habiendo dicho esto, sopló,
y les dijo: Recibid el Espíritu
Santo.
A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. » (Juan 20:21-23)
Esta aseveración tuvo que haber sido tomado bien en serio
por los apóstoles.
EL
ROSTRO DE UN ÁNGEL
Pedro
estaba tan cerca del Espíritu Santo que le dijo a sus acusadores,
«Y
nosotros somos testigos suyos de estas cosas,
y también el Espíritu Santo, el
cual ha dado Dios a los que le obedecen.» (Hechos 5:32)
El Espíritu Santo poseía a Esteban de tal manera que cuando fue
llevado ante los sacerdotes,
«Entonces
todos los que estaban sentados en el concilio,
al fijar los ojos en él, vieron
su rostro como el rostro de un ángel.» (Hechos 6:15)
Pero ¡Oh, las
palabras que habló!:
«¡Duros
de cerviz, e incircuncisos de corazón y
de oídos! Vosotros resistís siempre al
Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.» (Hechos 7:51)
¿Por qué él dijo eso? Por aquello de lo
cual Él estaba lleno:
«Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios»
(Hechos 7:55)
La presencia del Espíritu Santo llegó a
ser tan poderosa en la vida de Esteban que
Él pudo mirar al cielo y ver la gloria de Dios. Él aún tomó las emociones y
atributos del Espíritu Santo cuando era apedreado. Esteban dijo:
«Y
puesto de rodillas, clamó a gran
voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.» (Hechos 7:60)
¡Que
reacción más insólita, o extraña!. Él no le dijo a Dios «mátalos, júzgalos». La
presencia del Espíritu Santo en él hizo la diferencia.
Yo
estoy convencido de que hay un momento en la relación con el Espíritu Santo
cuando la unción viene a ser tan fuerte sobre uno - su presencia está tan cerca- que puedes
mirar al cielo y ver una visión de Dios.
Saulo
durante su dramática conversión, tuvo una experiencia de primera mano con el
poder maravilloso del Espíritu Santo:
«Mas
yendo por el camino, aconteció que al
llegar cerca de Damasco, repentinamente
le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?»
(Hechos 9:3-4)
Él estaba temblando y temeroso:
«El dijo:
¿Quién eres, Señor? Y le dijo:
Yo soy Jesús, a quien tú
persigues; dura cosa te es dar coces
contra el aguijón.
El,
temblando y temeroso, dijo: Señor,
¿qué quieres que yo haga? Y el
Señor le dijo: Levántate y entra en la
ciudad, y se te dirá lo que debes
hacer.» (Hechos 9:5-6)
Los hombres que
viajaban con Saulo se quedaron atónitos y mudos. Saulo quedó ciego debido a la
experiencia por tres días, antes que Dios lo sanara y él fuera «lleno del
Espíritu»:
«Fue
entonces Ananías y entró en la casa, y
poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde
venías, me ha enviado para que recibas
la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» (Hechos 9:17)
El
Espíritu Santo hizo una entrada poderosa en la vida de Saulo, él transformó al
antagonista en un apóstol. De hecho, el efecto se sintió a través de la tierra:
«Entonces
las iglesias tenían paz por toda Judea,
Galilea y Samaria; y eran
edificadas, andando en el temor del
Señor, y se acrecentaban fortalecidas
por el Espíritu Santo.» (Hechos 9:31)
Yo no puedo menos que imaginarme qué pasaría si cada ministro en la
tierra cayera postrado y buscara una relación
con el Espíritu Santo. ¡Hablar de avivamiento! Yo creo que
revolucionaría de tal manera la vida de la iglesia que los edificios no podrían
de momento dar cabida a la gente.
Gracias
a Dios por los pastores que están «vivos» en el Espíritu Santo, pero he
escuchado a algunos ministros que sinceramente, ¡harían mejor de funerarios!
Una comunión continua con el Espíritu Santo hace la diferencia. La gente está
hambrienta de una realidad que sólo el Espíritu Santo hace posible.
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